Esta es la transcripción de un conferencia realizada (según se deduce del texto) antes de la caída de la URSS, en la que George Knupffer trata los siguientes asuntos:
- El funcionamiento del sistema monetario del capitalismo, un problema sobre el que hay mucha ignorancia, muy infravalorado y poco tratado.
- La relación entre comunismo y capitalismo. Creo que es la primera vez que trato el asunto aquí.
- La descripción de ciertos hechos históricos.
George Knupffer tiene una manera de expresarse que si bien no es muy concisa, lo compensa con un estilo coloquial y ameno. Según lo leía, tenía la sensación de estar presente escuchando su discurso. Por lo ameno del texto y lo bien explicado y fácil de entender, así como por explicar tan bien la relación entre comunismo y capitalismo, y por su información histórica, lo incluyo en la lista de mis artículos favoritos. He remarcado en negrita lo que me ha parecido conveniente.
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¡Señoras y señores! ¡Sr. Presidente!.
Mucho hemos oído sobre la toma de posesión del poder en el mundo, sobre el esclavizamiento de los pueblos y de sus gentes, y todo esto es cierto, todo ello viene a constituir antiguos aspectos de lo que está ocurriendo en el mundo; ha venido ocurriendo desde hace varios siglos, pero estos factores no tienen una importancia práctica decisiva, porque no se puede ejercer una influencia simplemente por medio de la expresión de cierta filosofía o ideología, a menos que exista una verdadera fuerza o impulso detrás de ello. Yo creo que fue de Víctor Hugo de quien se dijo que había observado que no hay nada tan poderoso como una idea que ha llegado, que se ha producido en el momento exacto. Felizmente esto es una supersimplificación, porque lo que verdaderamente puede decirse que es cierto es que nada es tan poderoso como una idea y desgraciadamente puede estimarse mala aquella que tiene un apoyo material de volumen suficiente. La Política es el arte de lo posible, como dijo Bismarck, pero también es el arte de lo factible y realizable en términos prácticos.
En mis primeros años, yo me sentía inclinado a dar por bueno y aceptable más o menos automáticamente y sin mucha fuerza, la existencia de dos sistemas básicos que operan en el mundo desde 1917: comunismo y lo que generalmente se conoce como capitalismo, combinados corrientemente con lo que se denomina democracia. Y, sin profundizar mucho en detalles, yo lo acepté como el evidente hecho práctico de que era mucho mejor vivir bajo la dispensa democrática capitalista que bajo el comunismo. Y entonces llegó la gran crisis de 1929‑30, en que, repentinamente, millones de personas quedaron sin empleo y se produjeron toda clase de otros fenómenos más desagradables que se extendieron por todo el mundo.
Desde luego, después de eso, yo me he dado cuenta de que este sistema conocido como capitalismo no es perfecto; ciertamente, por decir lo menos en algunos aspectos muy importantes resulta trágicamente equivocado. Yo decidí estudiarlo intensamente para tratar de descubrir qué era. Después de aproximadamente un año y medio o dos años de duro trabajo, conseguí dar con ello. Estuve leyendo los dos volúmenes de las memorias del difunto Henry Ford, en las cuales trató de manera muy competente la cuestión del dinero y la financiación de los negocios, de los débitos y de los intereses y así sucesivamente. Y, conforme estaba leyendo estas páginas, de repente vino la conexión ‑ lo conseguí y después de ello comencé a estudiar la cuestión de emisión monetaria, de préstamos e intereses y así sucesivamente. Después entré en contacto con aquellas personas que ya habían realizado mucho trabajo en este sentido y descubrí una completa literatura que explicaba gran parte de este problema. Todo ello vino a confirmar lo que yo había ya descubierto en cierto y considerable grado. No incidentalmente, toda la literatura de lo que nosotros podríamos llamar verdadera nueva economía ha sido escrita en inglés, en primer lugar en Inglaterra y después en los Estados Unidos y existe muy poca participación de ninguna otra parte. En Alemania existen libros que resultan de mucha ayuda, tales como un circunstancial ejemplo, el de Werner Sombart «Die Juden un die Weltwirtschaft» («Los judíos y la economía mundial») y algunos otros similares; en francés, más recientemente, han aparecido los libros de Henry Coston, como «Les financiers qui menent le monde» («Los financieros que dominan el mundo»). Existen otros muchos libros, pero no tratan del problema original.
El problema original, básico, es algo muy sorprendente ‑ aunque tiene tal tremenda influencia y ha influido tanto en el sino de la humanidad en un período de dos o tres siglos ‑ es un problema que, incluso hoy, es muy ampliamente desconocido, o se conoce deficientemente. Y puedo decirles que en los últimos cuarenta años, en que he estado actuando prácticamente sobre todos estos asuntos, he viajado mucho por todo el mundo. Como pueden ver, hablo un poco el inglés, crecí en la Rusia Imperial, de forma que sé hablar ruso, y asimismo francés y alemán. Yo descubrí que incluso entre los puestos de altura, digamos entre los primeros Ministros, o Ministros de Hacienda, o Reyes o Presidentes, prácticamente no existen conocimientos de todos los hechos básicos de la vida económico‑monetaria. Es, desde luego, extraordinario, pero es verdad. Hay excepciones. Ahora se aprecia, así, por qué este sistema no se ha practicado satisfactoriamente desde hace mucho tiempo. Aquí encontramos la circunstancia básica que debemos tener siempre presente como punto de partida para considerar y estudiar los problemas del poder, los problemas políticos, los problemas de la historia de nuestros tiempos, y los problemas de lo que nosotros podemos hacer sobre ello, cómo podemos solucionar y resolver las cuestiones que se nos plantean, cómo podemos contrarrestar los peligros que surgen continuamente.
El problema original y básico que debemos considerar es el problema del poder, el cual, en el mundo moderno, es el poder y el derecho a poner todos los medios de intercambio sin nada como débito que comporta intereses. Y, en los últimos cuarenta años, desde que me vengo ocupando de este asunto, he hecho muchas investigaciones, no sólo en la literatura, sino también hablando y conversando con personas, especialmente banqueros; por ejemplo en los Estados Unidos, donde tuve muchas oportunidades, y donde se encuentran personas que le dicen a uno francamente lo que piensan y lo que saben, y que vienen a admitir hechos que, realmente y en cierto modo, hablan en disfavor de ellos mismos o, por lo menos, en contra del sistema que ellos representan; así pues, lo que yo voy a decirles a ustedes es algo que no se acaba de inventar, sino algo que he comprobado y vuelto a comprobar y en lugares donde los hechos son bien conocidos.
Vean ustedes; si van a un banco del mundo capitalista, y quieren pedir un préstamo de dinero, independientemente de si son ustedes representantes de un Estado soberano, de una empresa, o simplemente actúan por cuenta propia, y dicen que solicitan un préstamo de, digamos, un millar o un millón de libras ‑ello no constituye diferencia ‑ el principio es exactamente el mismo, y el banco le preguntará si tiene garantías, y si estas garantías puede facilitarlas de alguna forma tangible, por ejemplo, un inmueble, acciones, una fábrica, barcos, o cualesquiera otra cosa, y el banco entonces le dice: «Muy bien, usted tiene una buena reputación, le conocemos, dispone de suficientes garantías; le facilitaremos, en consecuencia, un préstamo de un millar de libras, a tal porcentaje de interés». Después el banco anota en su cuenta corriente: en el haber, la cifra de mil libras. Después, con un talonario de cheques, puede sacar en efectivo o efectuar pagos mediante cheques que se ponen en circulación de una forma o de otra. En países de elevado desarrollo, tales como Gran Bretaña o Estados Unidos de América, más del 95 por ciento de todo el dinero circulante está constituido por dinero a crédito que se maneja por medio de cheques. Ahora bien, el banco que le ha prestado ese dinero, y por el cual le cobra intereses, no ha sacado esa cantidad de ningún otro fondo o cuenta, y, en el acto de prestárselo a usted, ha creado ese dinero de la nada, con la ayuda de media gota de tinta y un par de centímetros cuadrados de papel: eso es todo.
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