En mi época del colegio y del instituto nos hicieron leer a los alumnos varios libros de ficción, de literatura, de los que luego teníamos que hacer un trabajo sobre el libro, que incluía un resumen, escribir el vocabulario que habíamos aprendido, y nuestra opinión sobre el libro, principalmente. Supongo que el objetivo de eso es fomentar el hábito de lectura y la capacidad de crítica. En mi caso, no he salido lector de ficción, aunque sí criticón de todo tipo de cosas, aunque esta facultad ya venía de serie de nacimiento. 😎
Voy a comentar esos libros:
Antoine de Saint-Exupéry – El principito.
Creo que éste fue el primer libro que me hicieron leer. Fue en el colegio, y el profe nos lo hizo comprar y leer a todos los alumnos. A priori eso de que te obliguen a hacer algo no hace ninguna gracia, y a mí menos, pero no había más remedio. Como es corto, se lee enseguida, y me gustó. No mucho, pero no estuvo mal. No voy a comentar de qué trata, porque es muy famoso y más o menos la mayoría de la gente lo conoce, y también porque si bien recuerdo vagamente el argumento, no recuerdo mucho más tampoco. Estaba claro que el objetivo de que lo leyéramos era porque tiene un contenido, un mensaje más o menos filosófico humanista.
Jack London – Colmillo blanco.
Este fue el segundo libro que me hicieron leer. También fue en el colegio, por el mismo profesor que antes. Este ya no era un libro corto. Supongo que el profe pensó que era mejor empezar con uno corto, el de antes, y luego hacernos leer el que es más largo, y no al revés.
No me gustó nada. Recuerdo que tenía escenas de peleas entre lobos y de peleas de perros con apuestas , tratadas de una manera muy descriptiva, con crueldades morbosas. Un asco de libro. Eso es lo que me pareció entonces. Y yo encima era tan lelo entonces que lo leí entero, palabra por palabra, lo cual era del todo inncesario para hacer el trabajo posterior sobre el libro. Podría perfectamente haberme saltado frases enteras y párrafos enteros y haberlo terminado de leer en muy poco tiempo, haber escrito el trabajo y haberme quitado de encima ese tostón lo antes posible. Pero qué lelo era, joer.
Desde entonces cada vez que leo u oigo el nombre del autor o el del libro me acuerdo de la mala experiencia, ya borrosa por el tiempo transcurrido, y pienso: «puagggg». Años después leí alguna que otra minibiografía del autor y también algún comentario sobre el libro. Comentarios en los que decían que el libro trata sobre la amistad y la lealtad (del lobo con el chaval que le cuidó y viceversa) y tal y cual, y seguramente por eso el profe nos hizo leerlo en el colegio. Sí vale, el libro tratará sobre eso e intentará transmitir unos bonitos valores morales y todo lo que quieran decir, pero a mí me dio mucho asco cuando lo tuve que leer, y no pienso volver ni a mirarlo.
Han hecho varias películas sobre el libro, supongo que lo típico de una película más alguna continuación. Las han emitido por TV varias veces. Una de ellas hace poco, y estuve viendo un trozo de la película. No tenía ninguna escena de esas morbosas, y de hecho, parecía contar una historia distinta, o era como una continuación a la obra original. Bueno, el caso es que dejé de verla enseguida porque no me pareció de interés.
Lobsang Rampa – El tercer ojo.
El instituto tenía una gran biblioteca adonde íbamos los alumnos creo que una hora a la semana, a leer el libro que el profe nos había encargado. Esta vez cada alumno leía un libro distinto, elegido por el profe al tuntún el primer día. Le recuerdo perfectamente echar un vistazo a las estanterías, coger un libro cualquiera y encasquetárselo al primer alumno al que echaba el ojo. Y a mí me dió esta bazofia de libro, el muy capullo.
Supuestamente el libro era autobiográfico, escrito por un lama tibetano huído del Tíbet con la invasión china, que contaba sus vivencias místicas y mundanas en las que practicaba viajes astrales y otras rarezas por el estilo completamente chocantes para la mentalidad occidental. Pero lo que contaba era demasiado fantástico, demasiado evidente que era irreal, falso, y sabía que el autor no debía ser ningún lama tibetano. Además, a pesar de que yo de literatura nunca he sido un entendido, el estilo de escritura, la redacción y todo me parecía de una mediocridad inaguantable.
Al poco tiempo me enteré por casualidad que el autor no era lama tibetano, sino que en realidad era un ¡fontanero inglés! que se había hecho pasar por lama tibetano y había escrito esa basura de libro, el cual había tenido mucho éxito años atrás en Inglaterra, lo cual prueba la decadencia y agilipollamiento de Occidente, en este caso, de los ingleses. Debió ser durante la época de los hippies, de las drogas psicodélicas, de los Beatles, y de la moda del orientalismo, y el espabilado del fontanero escribió el libro para aprovechar la corriente a favor. El típico efecto de bola de nieve al que se apuntan muchos para sacar provecho.
(Varios autores) – ¿?.
El siguiente libro que me hizo leer el profe de antes, supongo que en el siguiente curso, fue una colección de historias cortas de ciencia ficción de distintos autores cuyo título no recuerdo (y que me gustaría reencontrar), y que me gustó. La mayoría de estas historias habían recibido premios en Estados Unidos, y eran de escritores noveles, pero no todas, pues creo que entre esas historias estaba la de Isaac Asimov – Asnos estúpidos, el cual ya era famoso y no novel en el momento de haberse publicado la recopilación.
Otra de las historias que recuerdo fue una de una escritora en la que unos extraterrestres llegaban a la Tierra y solucionaban el problema de la superpoblación congelando de manera alternativa a una parte de la población. Otra era del autor polaco Stanislaw Lem, de cuya historia, no sé porqué, se me ha quedado grabada una palabra que incluí en el vocabulario que había aprendido, y que después me ha aparecido varias veces jugando al concurso de «Cifras y letras» en la tele: «pecio», empleada en su historia para referirse no a restos de un barco hundido, sino con el significado extendido de una nave espacial abandonada y/o destruída. Rarezas que tiene uno.
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