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Grandísimo texto muy recomendado en el que William Pierce (1933-2002) explica los motivos de la unión y éxito de los judíos a través de la Historia y cómo controlan el régimen en la actualidad.

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Programa de radio de American Dissident Voices de 12-12-1998.

William Luther Pierce

William Luther Pierce

Hemos hablado de muchos temas en estos programas de American Dissident Voices, pero uno que ha aparecido en casi todos los programas ha sido el papel de los judíos, ya sea en nuestra historia o en nuestras vidas hoy. Hasta cierto punto eso ha sido inevitable, debido a la influencia que tienen sobre los acontecimientos actuales por medio de su control de los medios de comunicación y por causa de su papel histórico en el comunismo. Pero es más que eso.

Lo que he dicho, de una u otra manera en varios programas, es que el papel judío en nuestras vidas va mucho más allá del hecho de que su control de las noticias y entretenimiento en los medios de comunicación les da una gran influencia en la cultura popular y en el proceso político. Hoy quiero hablar de nuevo acerca de este papel judío. Quiero intentar dar una visión de conjunto de ello primero. Hay alrededor de 14 millones de judíos en el mundo hoy, según el Anuario de la Enciclopedia Británica de 1997. Casi la mitad – alrededor de seis millones – están ahora en Norteamérica, donde son poco más del dos por ciento de la población, pero ahora ejercen más influencia que cualquier otro grupo.

Los 14 millones de judíos del mundo piensan y actúan como una gran familia – aunque, al igual que la mayoría de las familias, tienen un montón de peleas y discusiones entre sí. Van a diferentes sinagogas – ortodoxa y conservadora y reformista – o a ninguna en absoluto. Hay judíos ateos, y hay judíos que se han convertido al cristianismo. Los hay capitalistas y los hay comunistas, homosexuales y heterosexuales. Los hay ricos y de clase media, e incluso hay unos pocos pobres, pero a pesar de esta aparente diversidad hacen un mejor trabajo de cooperar unos con otros y mirar por sus intereses comunes que cualquier otro grupo étnico en el mundo.

¿Por qué es esto? ¿Por qué son los judíos más racialmente conscientes que nadie? ¿Por qué están mucho más dispuestos a colaborar entre sí que los miembros de otros grupos? En parte es por su religión. Es una religión etnocéntrica, una religión racista. Mientras que el cristianismo y el islam, por ejemplo, son religiones universalistas, religiones para cualquiera que opte por creer en ellas, el judaísmo no lo es. El judaísmo es una religión sólo para el pueblo elegido, sólo para los circuncidados hijos de Abraham. Los judíos se definen en términos de su linaje sanguíneo, no en términos de su fé, razón por la cual judíos no religiosos, como Freud o Trotsky, o incluso Marx, el padre del comunismo ateo, son considerados tan judíos como el más beato que se pasa el día en la sinagoga. Los judíos no religiosos no creen en la doctrina de la Torah, o Antiguo Testamento, sin embargo, están imbuidos en el folclore y las tradiciones del judaísmo. Están tan familiarizados como sus primos religiosos de las afirmaciones de que son el pueblo elegido, destinado a poser toda la riqueza del mundo y ser reverenciados por los no judíos. Y están familiarizados con las historias de persecución, desde los tiempos de los faraones hasta la época de Hitler: con la tradición de ser universalmente odiados por todos los demás pueblos del mundo – que es el motivo por el que se creen justificados para vengarse siempre que tienen la oportunidad.

No voy a perder el tiempo citándoles versículos de la Biblia hoy, pero si duda de lo que he dicho sobre la base religiosa del etnocentrismo judío, basta con leer el Antiguo Testamento: sobre todo los cinco libros de Moisés y el libro de Isaías. Estúdielos atentamente. Incluso la traducción expurgada del Rey James es muy clara. Si realmente quiere profundizar más en este asunto, examine el Talmud – o para un tratamiento científico sólido, lea los libros recientemente escritos por un verdadero experto en el tema, el profesor de psicología de la Universidad Estatal de California, el Dr. Kevin MacDonald. Sus tres libros están disponibles en National Vanguard Books, el patrocinador de este programa. Esos libros se titulan:

  • «El judaísmo como una estrategia evolutiva de grupo».
  • «Hacia una teoría evolutiva del antisemitismo».
  • «Análisis evolutivo de la participación judía en los movimientos políticos e intelectuales del siglo XX».

Una lectura muy pesada, pero muy convincente, muy minuciosa.

Esta tendencia de los judíos a apoyarse mutuamente, siempre a favor de sus socios judíos contra los no judíos, y trabajar por los intereses de su tribu en vez de por sus intereses individuales es un hecho: un hecho muy envidiable. Es la razón principal de su extraordinario nivel de riqueza y poder a través de la Historia.

Usted ya sabe, hay pequeños grupos de hombres blancos que cooperan mutuamente en favor de sus intereses. Pero son intereses personales e individuales, no raciales o incluso tribales. Y virtualmente la casi totalidad de los grupos realmente influyentes de este tipo – el Consejo de Relaciones Exteriores, por ejemplo, o de grupos de hombres muy ricos y poderosos, dueños de empresas o banqueros, están de hecho grandemente ocupados con judíos. No son grupos raciales en absoluto, incluso si no hay negros o chinos en ellos. Son simplemente grupos de interés especial, mientras que los 14 millones de judíos del mundo forman un enorme grupo de interés racial autoconsciente. Son realmente únicos en este sentido.

Desearía que nuestro pueblo tuviera el mismo grado de conciencia racial que los judíos. Los judíos entienden el poder de la unión. La mayoría de nuestro pueblo no. Y este es en gran parte el motivo por el que estamos en el lío en que estamos hoy. Volveré a este punto en unos minutos.

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Programa de radio de American Dissident Voices de 23 de diciembre de 2000.

William Luther Pierce

William Luther Pierce

Suicidio racial
por Dr. William Pierce

¡Hola!

Con el fin de año tan cerca parece un buen momento para hacer balance. Pero antes de hacer el balance del año pasado, miremos al siglo pasado. La característica sobresaliente del siglo XX fue el suicidio colectivo de la raza blanca. En 1900 dominábamos el mundo. Dominábamos políticamente, militarmente, culturalmente, económicamente, científicamente y de cualquier otra manera. Ninguna otra raza siquiera se acercaba. Dominábamos la India y África directamente, y China era en la práctica una colonia económica de Europa y América. El emperador chino permanecía en su trono mientras dejara a los blancos libertad de acción. Japón era la única nación no blanca de importancia con pretensiones de autonomía.

Teníamos armas superiores, fuerzas armadas superiores, comunicaciones superiores, superior transporte, superior agricultura e industria, superiores estándares de salud, de organización, superioridad en cada faceta de ciencia y tecnología. Teníamos las mejores univesidades – realmente, las únicas universidades que se merecían el nombre – los mejores ingenieros. Construíamos cosas que otras razas no podían ni imaginar. Explorábamos, conquistábamos, dominábamos.

Lo más importante de todo era nuestra superioridad moral. Y por favor, no malinterpreten mi uso de ese término. No quiero decir que fuéramos dóciles e inofensivos y que pusiéramos la otra mejilla. Quiero decir que estábamos orgullosos y llenos de confianza. Sabíamos quiénes éramos, y sabíamos que éramos de lejos mucho, mucho mejores que cualesquiera otros, y no estábamos en absoluto avergonzados por el hecho de que fuéramos mejores. Reconocíamos las diferencias raciales de la misma manera que reconocíamos que el Sol sube por el este, y no sentíamos la más ligera necesidad de disculparnos con nadie por eso. El igualitarismo era una enfermedad moral y mental que afligía sólo a unos pocos de nuestro pueblo, a pesar del criminal arrebato de insania igualitaria que fue la Revolución Francesa un siglo antes. Cualquier tipo de mestizaje racial era horrendo para nosotros. Mirábamos el mestizaje con el mismo asco y desaprobación que el bestialismo y la necrofilia. No lo tolerábamos. Y no aceptábamos ni confiábamos en los judíos. Esa era nuestra situación hace un siglo.

Sin embargo, teníamos algunos fallos: unos fallos muy graves. No estábamos vigilando. Estábamos tan confiados en nuestra superioridad que fallamos en atender los avisos de unos pocos de entre nosotros que estaban vigilantes. No prestamos atención cuando unos pocos nos avisaron:

“Hey, tendríamos que hacer algo con el problema racial. Tenemos nueve millones de no blancos en los Estados Unidos, según el censo de 1900, y en el futuro podrían convertirse en un progblema real para nosotros. Comencemos a librarnos de ellos ahora”.

Nosotros pensamos:

“Bueno, mientras se queden en su lado de la ciudad y se queden fuera de la vista, ¿cómo pueden ser un problema para nosotros? Además, son útiles para recolectar algodón y como jardineras, cocineras y limpidadoras”.

Y cuando unos pocos nos avisaron de los judíos tampoco prestamos atención. Unos pocos nos avisaron del daño que los judíos nos habían hecho en el pasado, y de su malevolencia, sobre su creciente riqueza, pero la mayoría de nosotros no tomamos los avisos en serio. Veíamos a los judíos como gente detestable y desagradable, y no les dejábamos entrar en nuestros clubs privados y nuestros mejores hoteles, pero no les considerábamos realmente peligrosos. Ni siquiera nos alarmamos cuando comenzaron a comprar nuestros periódicos y otros medios de propaganda.

Y la falta de vigilancia no fue nuestro único fallo. Estábamos también demasiado dispuestos a pelearnos entre nosotros. No veíamos a ninguna otra raza como una amenaza, así no sentíamos necesidad de suprimir nuestras rivalidades internas, envidias y odios para formar un frente sólido contra el mundo no blanco. Dejamos ulcerarse las viejas rivalidades entre los ingleses y los alemanes y entre los alemanes y los franceses, y entre los ingleses y los boers en Sudáfrica, y entre aquéllos de nosotros que hablaban idiomas germánicos y aquéllos de nosotros que hablaban lenguajes romances o eslavos. No observamos nuestros fallos, nuestras debilidades, pero otros lo hicieron.

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Inicio la serie de traducciones que estoy haciendo de los programas de radio de American Dissident Voices, cuyos originales (todos) se encuentran en ese enlace. Muy recomendables de leer. Estos programas están patrocinados por National Vanguard. Uno de los principales autores (pero no el único), es el gran William Luther Pierce (1933-2002), que en paz descanse.

William Luther Pierce

William Luther Pierce

1. William Pierce – Suicidio racial (en español).
2. William Pierce – Cómo todo encaja (en español).

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