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Posts Tagged ‘cuentos sociopolíticos’

Jesucristo contaba parábolas para que la gente corriente entendiera lo que quería decir por medio de metáforas de la realidad fácilmente comprensibles. Me parece una idea interesante a imitar:

Índice.

1. Las ranas en la cazuela (ambientado en la cocina).
2. El cuerpo humano y el SIDA (ambientado en el cuerpo humano).
3. BOG (ambientado en el fútbol).

Etiquetas: cuentos sociopolíticos, índice.

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Érase una vez…

…un barcelonista multimillonario (el señor X), de profesión banquero. Era un supremacista barcelonista que veía al Real Madrid como obstáculo para conseguir que el F.C. Barcelona dominara el mundo del fútbol, así que decidió conquistar el Real Madrid para hundirlo. Pero en vez de hacerlo de frente, su método fue hacerlo por la espalda, siempre más ventajoso e inteligente que ir de cara.

Lo primero que hizo fue conquistar la mayoría de los medios de comunicación del madridismo, (endeudados o comprados), provocando una crisis monetaria por restricción del crédito en 1929 que explotó la burbuja monetaria que había entonces, también provocada por él. Con este control mediático, era firme defensor de la democracia, pues le daba el poder de decidir quién gobierna y quién no con sus campañas mediáticas.

Como no podía presentarse como candidato a la presidencia del Real Madrid, pues no era ni socio y además se sabía que era barcelonista, financió a los tres principales candidatos a las elecciones del Real Madrid. Eran los principales candidatos porque eran los que más apoyo mediático tenían, no al revés. Estos candidaros eran unos vendidos. No eran auténticos madridistas, y no les importaba traicionar al Real Madrid a cambio de fama, dinero y posición social. Al otro candidato, el que no era una marioneta del señor X, no le hacía caso nadie, entendiendo por nadie, nadie de la prensa o la televisión. (más…)

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Érase una vez…

… un cuerpo humano que había crecido sano y fuerte, hasta que las malas compañías, le hicieron juntarse con uno de Norteamérica, y se contagió del virus del SIDA, que se consideraba a sí mismo, el «virus elegido de Dios». No se sabe muy bien cómo pasó. Parece que parte de las neuronas dirigentes fueron seducidas por las promesas del virus, que ya controlaba otros cuerpos humanos «de su entorno». Debían pensar que todo seguiría más o menos igual que antes, reteniendo el control del cuerpo, sólo que más integrado en la «familia» de cuerpos humanos «occidentales».

Pero el virus del SIDA tenía sus propios planes.

Empezó a hablar de «igualdad» y de «democracia». Por medio de la TV y la prensa, empezó a propagar la ideología de que todas las células del cuerpo eran iguales, lo mismo un esforzado trabajador glóbulo rojo, que la eficaz policía y soldados del sistema inmunológico, que las intelectuales neuronas o las forzudas células musculares. Empezó a calificar como sociedad «fascista» la organización social que tan buenos resultados había dado históricamente, en la que había una clara diferenciación, esto es, desigualdad celular, y en la cual las neuronas llevaban el control de todo, encargándose de la organización de todo el cuerpo, sin preguntarle su opinión a las protectoras células de la piel o a las maternales células madre.

Más aún, se atrevieron a llegar más lejos, y el virus del SIDA empezó a decir que todas las células eran iguales, tanto las que pertenecían al cuerpo humano, como las del exterior, como bacterias y virus, a pesar de la evidente diferencia en el ADN. Así, decían, no había que clasificar a las células por el color de su membrana celular, pues todas tenían genoma por dentro, y por lo tanto eran iguales. Lo que no decían es que ese genoma es distinto. Según ellos, era lo mismo las células del cuerpo, que los estafilococos, los neumococos o incluso los virus, como el de la gripe, y por supuesto, el del SIDA, los cuales venían a «enriquecer culturalmente» al cuerpo humano. Empezaron a trabajar para conseguir un cuerpo humano «plural y diverso», en el que hubiera toda clase de células y seres con genoma no humano dentro del cuerpo.

Por lo tanto, siguiendo su «razonamiento», empezaron a decir que las fuerzas policiales y soldados del sistema inmunológico (leucocitos y linfocitos), eran «fuerzas represivas ancladas en el pasado» y alejadas de los «nuevos tiempos», de ideología fascista, racista y caníbal, pues cada vez que encontraban a una bacteria inmigrante ilegal, se avalanzaban sobre ella, fagocitándola (comiéndosela cruda). Y claro, eso era contrapuesto a la nueva ideología igualitarista, democrática y proinmigracionista. (más…)

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Érase una vez un cocinero que decidió preparar su plato favorito: ancas de rana. Echó en una cazuela agua y la puso sobre el fuego de la cocina. Cuando el agua empezó a estar templada, echó dentro varias ranas vivas. El agua estaba al principio a la temperatura óptima, así que las ranas se encontraban muy a gusto. Pensaban que estaban en una piscina, o en unas fuentes termales.

Pero el fuego iba calentando la cazuela, por lo que la temperatura del agua iba subiendo. Algunas ranas enseguida se dieron cuenta del peligro y saltaron afuera, mientras que las demás se quedaron dentro, disfrutando de la agradable temperatura del agua. Las que se habían salido intentaron convencer a las que se habían quedado dentro para que se salieran, pero no tuvieron éxito. La conversación que se produjo fue algo como:

¡No es una piscina, sino una cazuela para cocinar! ¡Salid o quedaréis cocidas!.
¡Callaos, fascistas, racistas, nazis!.

Las ranas de afuera hicieron fotos de la cazuela y del cocinero e intentaron enseñárselas a las ranas de dentro, para que vieran la verdad, pero no querían escuchar:

¡Qué asco de fascistas y de neonazis! Deberían prohibiros y meteros en la cárcel.

La temperatura del agua seguía subiendo, y las ranas de dentro empezaban a estar intranquilas, pero todavía se estaba tan a gustito, que prefirieron ignorar la subida de temperatura y siguieron retozando en el agua.

El cocinero tenía mucha experiencia cocinando ranas, y conocía muy bien su psicología y comportamiento. Sabía que la cualidad más importante a considerar para tener éxito en cocinarlas era que la cazuela tenía que estar a fuego lento, para que el incremento de la temperatura se produjera despacio, y a las ranas las diera tiempo a adaptarse, a acostumbrarse a la nueva temperatura. Sin prisa, pero sin pausa. Si el fuego hubiera sido más intenso, la temperatura habría subido demasiado deprisa, por lo que las ranas se habrían asustado y habrían saltado escapando de la cazuela. El cocinero también podría haber puesto la tapa desde el principio, pero en ese caso, las ranas se habrían asustado y habrían saltado contra la tapa para escapar, hiriéndose y ensuciándolo todo, y la cocción saldría peor, más sucia, y el plato se degustaría luego peor. Por eso, el cocinero prefería el método del fuego lento y que las ranas voluntariamente se quedaran dentro sin intentar escapar.

Al cabo de un rato, la temperatura ya había subido mucho. Además, el cocinero había echado dentro de la cazuela unos curiosos inmigrantes: Ajo, cebolla y perejil, para enriquecer gustativamente el plato culinario que estaba preparando. Sin embargo, a las ranas no les gustaron estos nuevos visitantes, pues con el calor comenzaron a desprender un jugo y un olor que les producían náuseas, por lo que la mayoría de las ranas no paraban de quejarse:

¡Qué asco! ¡Cómo echo de menos la piscina de hace un rato, calentita pero sin pasarse, toda para nosotras, sin estos visitantes indeseables, que han venido. A ver si se van.
Esos visitantes no «han venido» y no se van a ir, sino que el cocinero los ha metido con toda la intención para mezclarlo con vosotros. ¡Dejad de quejaos y saltad, rápido, antes de que sea demasiado tarde!.

¡Callaos de una vez, putos racistas de mierda!
OK, disfrutad de vuestra «piscina» y del ajo, cebolla y perejil.

Llegó un momento en el que el calor era tan grande y el agua y el aire estaba tan lleno del jugo de ajo, cebolla y perejil, que el ambiente se había vuelto irrespirable y el agua estaba ya quemando. Las ranas decidieron escapar de una vez, al ser conscientes al fin del peligro. En realidad, siempre habían sido conscientes de él, pero se estaban autoengañando, por su cobardía a mirar la fea realidad de frente, y por su hedonismo, que las hacía preferir estar en su «piscina» de agua caliente al sobrio y frío ambiente exterior.

Pero entonces se dieron cuenta de que tenían los músculos de las patas agarrotados por el calor, y que apenas podían moverse, por lo que no pudieron saltar, y murieron cocidas. El cocinero había ganado. En cambio, las ranas de afuera seguían vivitas y coleando. Se había hecho justicia.

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